Top 10 de coronavirus y pulmón: 10 puntos de interés general respecto del pulmón y la COVID-19
La infodemia ha acentuado la confusión y la desinformación acerca de la COVID-19. El pulmón no es la excepción. Conocer y obtener información veraz de buena calidad, a través de fuentes confiables, permitirá mejorar el entendimiento de esta enfermedad y el compromiso hacia ella por parte de la sociedad.
La infección por SARS-CoV-2 ha llegado para quedarse. Este nuevo coronavirus, capaz de infectar a millones de personas en los pocos meses que conocemos de su existencia ha obligado a cambiar las estrategias sociales, económicas y políticas, con un impacto tal que el cubrebocas y el lavado de manos se ha hecho una estrategia globalizada. El papel del sistema respiratorio es crucial en la infección y pronóstico de un 4-5% del total de pacientes que desarrollan insuficiencia respiratoria grave y eventualmente la muerte. Este artículo se justifica por la aparición e impacto global existente de esta pandemia de COVID-19, la cual ha tomado a todos los habitantes del planeta en indefensión tanto en términos inmunológicos propiamente dichos, como logísticos y operativos. Ninguno de los actuales convivientes en el planeta ha vivido una pandemia. Y esto, se paga.
El cuarto concepto a resaltar es la incapacidad que tenemos, a la fecha, para identificar quiénes van a tener un curso grave ante la infección por SARS-COV-2.No existe ninguna prueba que a priori permita predecir la mortalidad potencial de la COVID-19. Por ahora solo podemos estratificar el impacto de la infección en términos de gravedad, pero solo cuando la COVID-19 se ha instaurado. La escala NEWS-2 (National Early Warning Score 2) busca advertir al equipo médico respecto del estado clínico de los pacientes y sugiere la respuesta del sistema de atención en salud de acuerdo con el rango de calificación. Incluye variables de fácil cuantificación como frecuencia respiratoria, frecuencia cardiaca, temperatura, nivel de conciencia, presión arterial, y pulsioximetría. Así mismo, la escala CURB-65 permite normalizar la decisión de asignación de las unidades de manejo, de acuerdo con las probabilidades de complicaciones mayores incluyendo mortalidad. Estas escalas están ampliamente difundidas y validadas en su utilidad para evaluar al paciente en estado de enfermedad aguda, pero ambas son una estrategia reactiva de actuación ante la ausencia de criterios proactivos (previos) a la infección que permitan diferenciar estrategias de prevención diferenciales.
El quinto concepto a resaltar es el la frecuencia relativa de síntomas en infección por SARS-CoV-2. Los cinco más frecuentes están en relación con tos, fiebre, disnea, fatiga y confusión. En cuanto a los cinco factores de riesgo para mayor gravedad de la infección destacan la presencia de enfermedad cardíaca, diabetes, enfermedad pulmonar obstructiva crónica, enfermedad renal crónica y asma. Conceptualmente, estos factores nos permiten enfatizar que no hay un síntoma patognomónico de COVID-19, y que la patología crónica cardiopulmonar impone un alto riesgo de complicaciones mayores. Desconocemos en qué medida estas características epidemiológicas son un reflejo de trastornos epiteliales y endoteliales que puedan ser reconocidos y eventualmente tratados.
El sexto concepto para resaltar es la ausencia de un tratamiento preventivo específico de la infección por SARS-CoV-2. Tampoco existe, a la fecha, ningún tratamiento específico para el tratamiento de la COVID-19 cuando ya ha ocurrido la infección, excepto el recientemente aprobado por la agencia estatal americana de control de medicamentos (Food and Drug Administration, FDA) el pasado 22 de octubre, el fármaco antiviral remdesivir. El medicamento fue desarrollado por Gilead Sciences como un tratamiento para la enfermedad del virus del ébola y las infecciones causadas por el virus de Marburgo, posteriormente se descubrió que muestra una actividad antiviral razonable contra otros virus, entre ellos el virus sincitial respiratorio, el virus Junín, el virus de la fiebre de Lassa y posiblemente el coronavirus que causa el MERS. El uso del remdesivir está aprobado para el tratamiento de pacientes con COVID-19 que requieren hospitalización, adultos y pediátricos de 12 años o mayores y que pesen 40 kg o más. Sólo debe administrarse en un hospital o en un entorno de atención médica capaz de brindar atención intensiva comparable a la atención hospitalaria para pacientes hospitalizados. La aprobación por la FDA se basó en dos ensayos clínicos que mostraron una disminución del tiempo para la mejoría, aunque otro estudio (abierto e independiente) no logró demostrarlo. No existe ningún otro antiviral, antiinflamatorio, antifibrótico ni antitrombótico específico para la COVID-19 y la mayoría de los esquemas terapéuticos son aplicados por extensión de los utilizados en otras infecciones virales o bacterianas.
Esta frustración se refleja y justifica una angustiosa búsqueda de fármacos como se deduce de la existencia de más de 800 ensayos clínicos registrados en bases de estudios americanas (www.clinicaltrials.gov) y más de 78 estudios aprobados para su ejecución ante la entidad colombiana competente (www.invima.gov.co) a la fecha. Otras muchas iniciativas informales ponen al tratamiento de la COVID-19 ante la lente del oportunismo, fraude y estafa sin que haya posibilidades de control fuera de las unidades de investigación debidamente certificadas. En general, el tratamiento actual ante la COVID-19 en Colombia es netamente paliativo, así como preventivo. La detección temprana de complicaciones respiratorias, hematológicas, neurológicas, cardiovasculares, hepáticas y renales (entre otras) cuya instauración puede ser cataclísmica y difícil de predecir. Un alto porcentaje de pacientes, sin embargo, son asintomáticos según se deduce de los resultados más recientes de estudios seroprevalencia en Colombia (por ejemplo, 67% en Leticia y 55% en Barranquilla en noviembre, 2020).
El octavo concepto tiene relación con la estrategia de tratamiento a seguir con el tratamiento de pacientes con enfermedades respiratorias crónicas de base como asma, EPOC, hipertensión arterial pulmonar o cáncer de pulmón. Los inhaladores broncodilatadores o esteroideos no aparentan incrementar el riesgo de la infección ni de complicaciones graves de la COVID-19, respiratorias o extrapulmonares. En el mismo sentido, tampoco se ha encontrado que protejan a estos pacientes de la infección. Existe interés en reconocer en qué medida ciertos antifibróticos como el nintedanib o la pirfenidona puedan modificar el riesgo de complicaciones post-COVID-19 de tipo secuelar grave (fibrosis pulmonar, por ejemplo).
Algunos tratamientos biológicos como mepolizumab (anti-IL-5), reslizumab (anti-IL-5), benralizumab (anti-IL-5), lebrikizumab (anti-IL-13), dupilumab (anti IL-4 y anti-IL-13) y omalizumab (anti-IgE) no han demostrado clara relación con riesgo o protección ante la enfermedad ni sus complicaciones. Sin embargo, aún no hay suficientes datos de la vida real para hacer una recomendación categórica.
Debemos como un noveno punto mencionar el nuevo tratamiento de los vasos pulmonares en infecciones por SARS-COV-2. Este interés surge de la evidencia que el CoV-2 puede bloquear el efecto de la ACE-2 a nivel pulmonar, estimulando fenómenos de vasoconstricción, proliferación, inflamación y fibrosis. Algunos ensayos con captopril, perindopril, lentivirus y sulfonil-xanteno han permitido bloquear el efecto deletéreo de CoV-2 en modelos murinos, por lo cual aparenta que el eje renina-angiotensina puede representar una alternativa terapéutica adicional. Más recientemente, el magnolol se ha encontrado beneficioso en modelos experimentales de hipertensión pulmonar a través de su efecto inhibidor de la expresión de angiotensina II y de endotelina 1. Su utilidad en prevenir el efecto vasculopático en COVID-19 no ha sido aclarado en la actualidad. Otro aspecto a resaltar tiene relación con ACE-2 y el cáncer. Esta enzima, como hemos comentado previamente, se expresa ampliamente en múltiples órganos. Estos tejidos con alto nivel de expresión de ACE-2 aparentan ser más vulnerables a la infección por SARS-CoV-2. Es probable que los pacientes con tumores sean más susceptibles a la infección por SARS-CoV-2 y mostrar un pronóstico más precario. El nivel de expresión de ACE-2 aparenta asociarse al riesgo de pacientes con diferentes tipos de cánceres para el SARS-CoV-2. Así, por ejemplo, se ha descrito que los niveles de ACE-2 se asocian con el pronóstico de la infección por SARS-CoV-2 en pacientes con carcinoma hepatocelular. La expresión relativamente alta de ACE-2 indicó un pronóstico favorable pero paradójicamente, podrían ser más susceptibles al SARS-CoV-2.