Aunque las circunstancias referentes a la COVID-19 están cambiando rápidamente desde su aparición, el tratamiento estándar actual está limitado al mejor cuidado de soporte, especialmente al tratamiento respiratorio y al manejo de las infecciones asociadas.
Se han tratado múltiples alternativas experimentales específicas con el fin de disminuir las complicaciones fatales de esta infección viral, pero ninguna ha tenido un beneficio probado. Entre estas múltiples opciones podemos mencionar: la dexametasona, la azitromicina, la hidroxicloroquina, el factor tisular activador de plasminógeno, el interferón, el inhibidor de la interleuquina 6 (que juega un papel importante en la tormenta inflamatoria producida por este virus) tocilizumab y, últimamente, las células madre mesenquimales. En adición, el agente antiviral remdesivir, como terapia específica, es el que mejor ha mostrado resultados en disminuir el tiempo de hospitalización y el uso de soporte de ventilación mecánica, sin embargo, no ha habido diferencias en la tasa de mortalidad. Toda esta batería de medicamentos busca interferir en los pasos iniciales de la replicación viral y estimular una respuesta inmune fuerte contra este virus.
Una nueva estrategia contra esta enfermedad consiste en el uso de plasma fresco congelado en diferentes formas, incluyendo el uso de plasma convaleciente de pacientes recuperados de COVID-19 y el uso de plasma para intercambio plasmático o plasmaféresis. La FDA (Agencia de alimentos y medicamentos de los Estados Unidos) ha aprobado recientemente estas alternativas de tratamiento para pacientes con enfermedad severa y con riesgo inminente de muerte producidos por la COVID-19.