Una buena salud mental permite al ser humano desarrollarse plenamente. La pandemia ha sido un duro desafío para el equilibrio mental de todos. Es importante conocer las herramientas disponibles que pueden ayudar a prevenir y restablecer este equilibrio.
Pocos fenómenos han modelado la historia de las sociedades y culturas, como lo han hecho las pandemias. Han diezmado sociedades, determinado los resultados de guerras, eliminado poblaciones enteras y paradójicamente, han abierto camino para innovaciones y avances en ciencias, economía y sistemas políticos. En la humanidad se han descrito varios eventos, como las plagas de Egipto, enunciadas en la Biblia, la plaga de Atenas y las Plagas Antonina y Justiniana. Todos tenemos en mente lo ocurrido en Europa durante 50 años, la muerte negra, ocasionada por un microorganismo denominado Yersinia pestis, que disminuyó la humanidad en 50 millones de personas y dio origen a tan emblemático atuendo utilizado por los mèdicos que atendían a los pacientes: “la máscara del doctor de la plaga”. En 1920 apareció la pandemia de gripa española, que en dos años acabó con una población similar a la que afectó la peste negra en el transcurso de 50 años. Fue ocasionada por el virus de influenza H1N1 y tenía una mortalidad del 10 al 20%. Posteriormente han emergido otras infecciones diseminadas muldialmente, como fueron el VIH en los 80´s, la viruela 1972, el SARS en el 2003, la gripe porcina en el 2009, ébola en 2014, Zika en 2016, y desde el 2019 la actual pandemia asociada con el virus SARS-CoV-2.
A nivel psicológico, el temor al contagio puede expandirse rápidamente y generar cambios comportamentales que pueden tener consecuencias tan negativas como la de la misma enfermedad. Las personas infectadas a menudo presentan, junto con los cambios físicos, alteraciones psíquicas, como delirium, confusión, dependencia para la realizacion de sus actividades de la vida diaria, que en la cultura colectiva pueden asemejarse al término “locura”. A nivel inconsciente, este temor al contagio y a la locura se ve representado en las ilustraciones populares de los zombies, que son seres evidentemente enfermos, a los que se les debe aislar e incluso, está permitido acabar con su existencia. Así, el peligro subyace en la aparición de conductas xenofóbicas contra las poblaciones más afectadas por la infección, con este deseo inconsciente de aislamiento y aniquilación.
Los medios de comunicación, la expansión exponencial de contenidos a través de las redes sociales, pueden ser medios de contagio de desinformación y de expansión de conductas destructivas generalizadas a nivel de toda la humanidad. La conducta de masas usualmente está guiada por la persona con mejor oratoria, es inconsciente e involuntaria. Así, junto con el contagio infeccioso, aparece una oleada de contagio emocional y comportamental. En Colombia, en los meses de abril, iniciando el proceso de aislamiento preventivo obligatorio, a través de la línea 192 de atención psicosocial, se evidenció que el aislamiento social, la pérdida de estabilidad económica y la incertidumbre hacia el futuro, determinaron un aumento de los niveles de ansiedad y depresión, con un mayor número de consultas, principalmente de mujeres en el 58%, incluyendo casos de violencia al interior del hogar.
Igualmente, el advenimiento de una pandemia pone en duda el carácter protector de la madre naturaleza, o hace pensar que la humanidad merece algún tipo de castigo por comportamientos indebidos. Uno de los mecanismos de defensa adaptativo utilizado con mayor frecuencia es el humor que, si bien a algunos puede parecerles ofensivo, en términos generales le permite al ser humano hablar de temas críticos como la muerte, quitando momentáneamente su carácter lúgubre y dramático, y permitiéndole afrontarlo de una manera positiva.
Ante la presencia de medios de comunicación, en la actualidad nos es posible tener una fase de preparación ante el conocimiento de la expansión rápida e inevitable del virus. Esta fase se da a nivel comunitario e institucional, impone estrés en las instituciones de salud y, en pacientes con antecedentes de trastornos mentales, genera riesgo de ansiedad asociado con la aparición de ideas de de preocupación, con riesgo de recurrencias de síntomas que ya se encontraban en remisión.
A nivel de salud mental, esta fase de preparación debe enfocarse en prever que los pacientes tendrán poco acceso a los servicios de salud durante las fases de confinamiento, por lo cual se hace necesario proveer medicamentos para varios meses; fortalecer la infraestructura de comunicaciones, los servicios de teleconsulta psiquiátrica y psicoterapia virtual; dar egreso a casa a la mayor cantidad posible de pacientes hospitalizados; proveer información precisa que permita minimizar el contagio emocional, mitigar el pánico y la desesperanza; y brindar apoyo al personal de salud, brindando un entrenamiento en el reconocimiento de síntomas propios y de los pacientes.
Posteriormente, con la llegada de la pandemia, deben establecerse medidas de aislamiento social, como la cuarentena, en la cual se evita el contacto social de personas asintomáticas con el objetivo de prevenir la propagación del agente infeccioso. Estas medidas son efectivas, aunque conllevan riesgos de salud mental para la población general. Es frecuente evidenciar síntomas ansiosos, episodios depresivos, exacerbación de trastornos mentales previos; aumento del uso de alcohol y sustancias psicoactivas; falta de comprensión de la situación por aquellos que sufren de trastorno del desarrollo intelectual y por adultos mayores con enfermedades neurodegenerativas que, sumado al cambio de rutinas y actividades, pueden desencadenar un cuadro de delirium. Este último se caracteriza por una alteración súbita del estado de conciencia, con fallas atencionales, episodios de agitación psicomotora, que complican mucho más el manejo de sus patologías de base. Las poblaciones especiales como los niños y las mujeres en estado de gestación, presentan igualmente síntomas ansiosos ante el aislamiento de sus amigos, el cambio en su sistema de aprendizaje y, en las gestantes, el temor a las consecuencias negativas de la enfermedad para ella y para su embarazo.
En China se evidenció una frecuencia de trastorno de ansiedad generalizada del 35.1%, de síntomas depresivos de 20.1% y mala calidad del sueño en 18.2% de personas, principalmente en trabajadores de salud. En Italia, 38% reportaron sufrimiento emocional, evidenciando que los temperamentos ciclotímicos, ansiosos y con alta necesidad de aprobación, fueron factores de riesgo para sufrimiento moderado a severo. Aquellos que presentaban un apego seguro y evitativo presentaron menor sufrimiento emocional que el estilo ansioso.
En Colombia, el studio de salud mental del 2015 evidenció que el 40% de personas presentaron síntomas psiquiátricos, asociados principalmente con exposición a violencia. Posterior a dos semanas de cuarentena, Profamilia reportó un aumento de la frecuencia de síntomas, alcanzando a 3 de cada 4 personas con mayor compromiso del sexo femenino.
Junto con la COVID-19 apareció una pandemia de salud mental en la población colombiana, con un aumento inicial del 30% de teleconsultas realizadas a psiquiatría. El reto en Colombia es brindar apoyo emocional a los grupos en contacto directo con el virus, a aquellos con antecedentes de trastornos mentales o con vulnerabilidad biológica por antecedentes familiares, a aquellos que siguen a diario las noticias y redes sociales. Esto ha determinado una escasez de psicólogos y psiquiatras para atender las altas demandas.
En el personal de salud, se han descrito reacciones de estrés, ansiedad, ira e incluso trastorno de estrés postraumático. Es primordial establecer una comunicación clara y bidireccional con los jefes y superiores, establecer un protocolo claro de las medidas de protección personal, brindar apoyo familiar; experimentar un sentimiento de apoyo y comunicación con sus directores y colegas; tener la posibilidad de hablar con alguien con experiencia en salud mental, mantener el sentido de religiosidad y experimentar una genuina preocupación por su bienestar a través del apoyo de pares, psicológico y espiritual. Se ha descrito el síndrome de burnout, que se produce como consecuencia a la exposición a estrés prolongado, caracterizado por la triada de agotamiento emocional, despersonalización y sensación de bajo desempeño.
El otro reto es para los padres. Tener que continuar con las actividades de trabajo desde casa, supervisar las actividades escolares virtuales de sus hijos, continuar con las labores de alimentación y mantenimiento del hogar, junto con el estrés del confinamiento, el temor a lo desconocido, la hiperestimulación de los medios de comunicación, pueden llevar a perder la tolerancia y la evaluación de las consecuencias a largo plazo, llevando a sitauciones de violencia intrafamiliar y abuso infantil. Es importante promover el uso de recursos digitales en línea gratis con el objetivo de construir relaciones positivas y de manejar adecuadamente las conductas destructivas que puedan presentarse.
A nivel de la comunidad general, evidenciamos fenómenos masivos como fueron las compras por pánico, no evidenciadas en otras pandemias, con adquisición de grandes cantidades de alimentos y particularmente de papel sanitario, que disminuyó la posibilidad de contar con un flujo regular de abastecimiento a la población y generó desorden social. Psicológicamente puede explicarse como resultado del conflicto entre el deseo de mantener sus rutinas vs. la incertidumbre de la duración de la pandemia, una necesidad de mantener a la familia segura durante el confinamiento, e igualmente como un mecanismo de retomar el control ante el futuro y como respuesta a la presión social.
Las estrategias de intervención se ven enfocadas en la identificación de grupos de alto riesgo, a través de técnicas de tamizaje para todos los trabajadores de salud, brindándoles herramientas efectivas y fácilmente aplicables. Igualmente, es importante que aquellos que trabajamos en salud actuemos como comunicadores de información veraz que permita frenar la cadena de contagio emocional. Contar con acceso a servicios de salud mental que ofrezcan psicoterapia cognitivo comportamental o técnicas de psicoterapia conductual basada en mindfullness, han demostrado efectividad.
A nivel individual, durante el tiempo de cuarentena, es importante mantenerse informado evitando a toda costa las maratones de noticias, establecer una rutina de actividades que den sentido al paso del tiempo a lo largo del día, evitar recibir informacion nueva 1 a 2 horas antes de la hora de dormir, y mantener los hábitos de higiene del sueño. Para nosotros los trabajadores de salud, continuar las medidas de autocuidado, apoyarnos mutuamente, acompañar a otros, estar abiertos al aprendizaje de conceptos nuevos frente a la enfermedad, aceptar la situación y disminuir las expectativas de curación de nuestros pacientes nos ayudan a sobrellevar el cuadro trágico de enfrentarnos con una enfermedad potencialmente mortal, para la cual no existe tratamiento ni vacuna.
Las medidas de autocuidado parecen sencillas, pero es fácil perderlas durante la cuarentena. Alimentarse de manera saludable, dormir lo suficiente, gestionar el tiempo de manera realista y objetiva, permitiéndonos separar las actividades laborales en casa de los tiempos familiares y de los tiempos de descanso. Es igualmente importante establecer estrategias para descargar estrés, como el apoyo psicoterapéutico por un profesional de salud mental, la realización de actividad física y la expresión saludable de las emociones, permitiendo sobrellevar las medidas de aislamiento manteniendo nuestra salud mental.
La falta de profesionales de salud mental para la atención requerida por toda la población y el temor de contagio al desplazarse a las instituciones de salud, han favorecido el uso de medios virtuales de comunicación, a través de la teleconsulta. Sin embargo, la salud mental digital va mucho más allá. Así como deseamos aplanar la curva de contagio, es igualmente necesario elevar el pico de oportunidades de atención en salud mental digital. La única contraindicación para el uso de medidas informáticas es que no sean aceptadas por parte del paciente y, para muchos, se ha convertido en la nueva normalidad.
La atención puede darse de manera sincrónica, al establecer la teleconsulta en directo entre profesional y paciente, o de manera asincrónica, a través del uso de aplicaciones que permiten registrar síntomas y brindar estrategias comportamentales del control emocional sin la presencia activa del psiquiatra o del psicólogo. Lo ideal es utilizar una combinación de intervenciones sincrónicas y asincrónicas, que permitan prevenir y tratar los trastornos mentales. Cada vez más, nuestros pacientes tienen acceso al teléfono celular como medio de información y de comunicación, lo cual aumenta las probabilidades de acceso a la población. Sin embargo, el uso de aplicaciones plantea problemas de privacidad de datos y de regulación de los creadores. Es importante contar con aquellas que han sido evaluadas y certificadas para la utilización.
En la figura 1 podemos observar algunas de las aplicaciones certificadas y más utilizadas por profesionales de salud mental. Tenemos la App MyLife que brinda estrategias de respiración controlada para manejo de ansiedad y estrés; mood tracker, que permite registrar los síntomas de ansiedad y depresión para evaluarlos en la siguiente consulta con su psicólogo/psiquiatra; mindfullness, que brinda estrategias iniciales de atención plena y meditación; y virtual hopebox que nos muestra estrategias conductuales para manejo de estrés y trisetza. La unión de la teleconsulta sincrónica, junto con las actividades asincrónicas permiten brindar estrategias más efectivas en salud mental durante la pandemia de COVID-19.