El mundo se enfrenta a un reto sin precedentes. Parte de la solución reside en el desarrollo de una vacuna que ha requerido un sinnúmero de esfuerzos y recursos. Su distribución necesitará el despliegue de múltiples estrategias y mecanismos de control.
Distribución ética de las vacunas
Los valores éticos deben guiar la priorización de la distribución de la vacuna para prevenir la COVID- 19 entre la población, como lo propone el artículo publicado por la revista JAMA en septiembre de este año, donde recomiendan los siguientes tres criterios éticos a tener en cuenta: beneficiar a las personas y prevenir los daños, priorizar a las personas desfavorecidas y lograr un trato igualitario.
Existen diversas presiones a la hora de distribuir las vacunas que pueden provenir desde diferentes flancos, como la posición dominante de los países ricos que invirtieron una gran cantidad de recursos para apoyar la investigación y de paso asegurar un buen número de ellas para sus conciudadanos.
Hay tres propuestas para la distribución equitativa de la vacuna para prevenir la COVID-19:
Emmanuel, E.J., et al. (2020) proponen utilizar el “modelo de prioridad justa” que ofrece a los países, organizaciones multilaterales y farmacéuticas una forma práctica para cumplir sus compromisos de distribuir la vacuna de manera justa y equitativa. El modelo consta de tres fases:
Fase 1. Tiene como objetivo reducir las muertes prematuras y otros impactos en la salud, directos o indirectos.
Fase 2. Su objetivo es reducir los daños duraderos en salud y las privaciones sociales y económicas (cierres de empresas y colegios).
Fase 3. Busca reducir la transmisión comunitaria, impactando positivamente la propagación entre países, permitiendo retomar las actividades y libertades existentes antes de la pandemia.
La OMS junto con el Centro de Acceso Global a la vacuna COVID-19 (Covax), recomiendan que los países reciban dosis proporcionales a la población en la primera fase, que iniciaría con el 3% de la población y continuaría hasta haber vacunado al 20% de ésta. El grupo busca acelerar el desarrollo de la vacuna y una distribución justa. En este momento esta recomendación está en proceso de revisión.
La OMS propone también distribuir la vacuna de acuerdo al número de trabajadores de la salud de primera línea, la población mayor de 65 años y el número de personas con comorbilidades en los distintos países.
Vemos día a día noticias esperanzadoras sobre los resultados de seguridad y eficacia de las vacunas de los estudios clínicos para prevenir la COVID-19. El reto es grande para la sociedad y los integrantes del sector salud. Se debe luchar constantemente para que los principios éticos se preserven durante el proceso que nos lleve hacia una vacuna segura y eficaz, con una distribución justa. Un proceso que nos permita empezar un año 2021 con mejores y más alentadoras perspectivas que tracen un camino claro para vencer la pandemia de COVID-19.
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*Médica. Presidente Comité de Ética en Investigación. Fundación Cardiovascular de Colombia.