COVID-19 y riesgo cardiovascular: las inesperadas consecuencias sobre el corazón
La pandemia de COVID-19 ha dificultado la prevención y el tratamiento de las enfermedades cardiovasculares, aumentando así el riesgo de complicaciones y de mal pronóstico. La infección por el nuevo coronavirus podría tener consecuencias devastadoras sobre el corazón, sobre todo en aquellas personas con afecciones cardiacas previas.
¿Riesgo cardiovascular? Época incorrecta
Desde el inicio de la pandemia se hizo evidente que un subgrupo de pacientes infectados era susceptible al desarrollo de síntomas, complicaciones sistémicas, requerimiento de ventilación mecánica o posibilidad de morir. La edad, el sospechoso habitual. Más edad más riesgo de complicaciones, sin embargo, era menos simple que eso. Los datos revelaron que los pacientes con compromiso cardiovascular o inclusive solo con factores de riesgo como hipertensión o diabetes, incrementaban de manera logarítmica el riesgo de requerir ventilación mecánica o morir. Un estudio en la red hospitalaria de Mount Sinaí en Nueva York reveló que un individuo con insuficiencia cardiaca que desarrollara síntomas por COVID-19 tenía un escalofriante riesgo de morir del 34%. Nunca habrá una buena época para tener enfermedad cardiovascular pero definitivamente la era de la COVID-19 se recordará como una de las peores.
El enigma de la misteriosa desaparición de los infartos
La enfermedad cardiovascular se convirtió en la primera causa de hospitalizaciones y muertes en individuos mayores de 40 años durante el siglo XX. De forma peculiar y, durante el pico del SARS-CoV-2, se notó un descenso de las consultas a urgencias y hospitalizaciones de pacientes con enfermedad cardiovascular incluidos síndromes coronarios agudos e insuficiencia cardiaca. Este hecho fue puesto en evidencia por los datos suministrados por la red hospitalaria en Reino Unido, coincidentes estos con los múltiples reportes de otros hospitales en Estados Unidos, China e Italia. Un caso paradigmático fue el del Massachussets General Hospital en Boston, el cual reportó hasta una disminución del 90% de las consultas de urgencias de pacientes con afecciones cardiovasculares entre febrero y abril del 2020 comparado con el mismo periodo del 2019. La pregunta más relevante era: ¿Qué se hicieron estos pacientes? ¿La COVID-19 disminuyó los casos de infarto y falla cardiaca? La respuesta a este último interrogante es obvia, no. La explicación más plausible a este fenómeno radica en una disminución de las consultas a urgencias por miedo a la exposición a SARS-CoV-2 en el escenario hospitalario, especialmente cuando el evento no era percibido como una amenaza potencial a la vida. Este cálculo, sin embargo, tuvo consecuencias insospechadas y nefastas en algunos casos. El mismo Massachussets General reportó un incremento de la mortalidad cardiovascular comparado con el mismo periodo del año anterior. Los datos sugieren que muchos pacientes minimizaron los síntomas y, lo que en otra época hubiera sido una consulta temprana, derivó en consultas tardías con complicaciones complejas y devastadoras, comunes hace 30 años pero menos frecuentes en el tiempo actual.
COVID-19 o el talentoso simulador cardiovascular
Aunque, indudablemente el compromiso respiratorio es el sello característico del complejo sintomático de la COVID-19, aprendimos una dolorosa lección en los meses trascurridos desde el inicio de la pandemia: la infección por SARS-CoV-2 puede simular, desencadenar o facilitar casi cualquier síndrome clínico cardiovascular. Desde febrero del 2020 una avalancha de artículos, en formato de caso clínico, fueron publicados en las principales revistas médicas poniendo en evidencia múltiples formas de compromiso cardiovascular que, sorpresa…sorpresa, involucraban el virus en cuestión.
El espectro podía variar: desde una arritmia inofensiva de bajo grado hasta la presencia de muerte súbita por taquicardia ventricular colapsante; desde una angina leve por vasoespasmo coronario hasta un infarto masivo con múltiples trombos oclusivos arteriales; discurrir entre una pericarditis apenas sintomática a un taponamiento cardiaco con compromiso hemodinámico severo; o finalmente, decantarse entre un compromiso miocárdico leve con mínima elevación de biomarcadores hasta una infiltración inflamatoria severa traducida en una miocarditis fulminante. ¡Vaya dilema! Ahora detrás de cualquier paciente cardiovascular entrando por la puerta de urgencias podía subyacer una infección por SARS-CoV-2.
Consecuencias cardiacas inesperadas a largo plazo: ¿mito o realidad?
El 27 de julio de 2020 un interesante estudio realizado en Alemania fue revelado a la comunidad científica: a un grupo de pacientes recuperados de COVID-19 se le realizó un estudio exhaustivo cardiovascular que incluía resonancia magnética nuclear (RMN) y biomarcadores cardiacos. Los hallazgos fueron inquietantes. Un porcentaje alto de pacientes, cercano al 70%, presentaron niveles anormalmente elevados de troponina T de alta sensibilidad o tuvieron alteraciones significativas en la RMN hasta 4 meses después del compromiso inicial o el diagnóstico. Muchos de los que presentaron esto cambios cursaron con una infección asintomática. Aunque es prematuro concluir que el SARS-CoV-2 puede traer consecuencias cardiovasculares a largo plazo, es importante recordar que otras infecciones virales con menor letalidad pueden dejar secuelas que se manifiestan a lo largo de tiempo y son una causa sustancial de nuevos casos de insuficiencia cardiaca. La misma enfermedad de Chagas en un ejemplo en sí misma. Luego de una infección, en la mayoría de los casos asintomática, de 3 a 4 décadas después se desarrolla compromiso miocárdico en un 30% de los infectados. ¿Podría la COVID-19 comportarse de una manera similar? Faltan datos y lo más importante… tiempo de exposición.
Conclusiones
El mundo experimenta uno de los años más difíciles de su historia y, el 2020, será recordado por centurias como el año de la COVID-19. Las consecuencias sobre la enfermedad cardiovascular han sido dramáticas a múltiples e insospechados niveles. Los pacientes con enfermedad cardiovascular tienen más riesgo de complicaciones y muerte cuando adquieren la infección. El miedo inicial al virus disminuyó las consultas a centros hospitalarios por eventos cardiovasculares y, probablemente, tuvo un efecto negativo en el pronóstico. La COVID-19 puede simular o producir casi cualquier manifestación cardiaca, piensa en una: el SARS-CoV-2 la puede producir. Finalmente, aunque no se puede confirmar, tampoco se puede descartar compromiso cardiaco a largo plazo, aún en pacientes asintomáticos.
“Lo que sabemos es una gota. Lo que desconocemos un océano”.
-Isaac Newton
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*Médico internista cardiólogo. Director del programa de falla cardiaca y trasplante. Fundación Cardiovascular de Colombia.