Bucaramanga, diciembre de 2020. El viaje que realizó en el avión ambulancia de la Fundación Cardiovascular de Colombia (FCV) entre Guayaquil (Ecuador) y Bucaramanga (departamento de Santander) no está en sus recuerdos. Lo que sí tiene presente Dolores del Carmen Trujillo Ramírez son las palabras que le dijo su esposo antes de que la conectaran a un ventilador mecánico para hacer frente a la afectación por COVID-19: “esté tranquila que el equipo gana”.
Esta era la segunda ocasión en la que su prueba resultaba positiva. La primera había ocurrido unos cinco meses atrás y los síntomas esta vez eran más fuertes. Leonardo Salazar Rojas, director del programa de ECMO y Corazón Artificial de la FCV, recuerda que “ella empeoraba a pesar de recibir el máximo tratamiento convencional, por lo que la posibilidad más viable era realizar un tratamiento con ECMO (siglas en inglés de oxigenación por membrana extracorpórea)”.
Esta terapia permite reemplazar de forma temporal la función de los pulmones cuando estos se encuentran muy afectados, como ocurre con una neumonía COVID-19 severa. Para lograrlo, el paciente se conecta a la máquina ECMO a través de dos cánulas que se encargan de extraer la sangre para oxigenarla, retirar el dióxido de carbono y posteriormente devolverla al sistema circulatorio.
“El ECMO ayuda a rescatar pacientes que se encuentran en riesgo muy alto de muerte si se usa de manera oportuna y por un equipo multidisciplinario”, explica Salazar, quien tomó la decisión de iniciar con la terapia en Guayaquil y no esperar hasta la llegada a Colombia, con el objetivo de estabilizarla para el viaje.
“Cuando el doctor salió después de hacer el procedimiento fue tranquilizador. Nos vio y nos dijo ‘todo salió bien’ e iba tan tranquilo que a pesar de que era un proceso bastante complicado, nos hacía sentir que estábamos en las mejores manos”, cuenta Gabriela Cuenca Trujillo, hija de dolores.