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Una de cada 5.000 mujeres nace sin canal vaginal y ausencia de útero. A esta anomalía congénita se le conoce como síndrome de Mayer-Rokitansky-Küster-Hauser y afecta la vida sexual y reproductiva de quienes lo padecen.
- Para mejorar su calidad de vida, se implementa un procedimiento laparoscópico llamado neovagina. En Bucaramanga, el Hospital Internacional de Colombia, HIC, fue el primero en realizar esta cirugía que utiliza un dispositivo de tracción para crear un canal vaginal.
- Mientras que un canal vaginal convencional tiene una longitud que varía de 7 a 9 centímetros, las personas que sufren de este síndrome pueden nacer con una longitud de entre 0 y 1 centímetro.
Bucaramanga, septiembre de 2023. La ausencia de menstruación durante la adolescencia es un signo de alerta para identificar el síndrome de Mayer-Rokitansky-Küster-Hauser. Esta afección se caracteriza por la ausencia parcial o total del útero y el canal vaginal, lo que puede llevar a problemas durante la menstruación y las relaciones íntimas.
Una de cada 5.000 mujeres padece de esta anomalía congénita y para ellas, existe un procedimiento conocido como neovagina. Aunque no constituye una cura completa, esta intervención puede traer mejoras la calidad de vida de las pacientes. El Dr. Antonio Gómez Serrano, ginecólogo y cirujano de piso pélvico del HIC, explica que "este procedimiento laparoscópico implica la creación de un espacio vaginal utilizando un dispositivo especial que se implanta, logrando una longitud ideal en sus canales vaginales".
La cirugía de neovagina implica conectar tres esferas con un hilo que se enlaza a un elemento llamado baritensor. Este dispositivo se coloca externamente sobre el pubis y funciona como una especie de polea. Durante la introducción de las esferas, de aproximadamente 4 centímetros, se utiliza una herramienta para crear espacio vaginal, permitiendo que las esferas se conecten de forma interna con las hebras del baritensor.
Una vez unidas, el dispositivo permanece en su lugar. En los días posteriores al procedimiento, se inicia un proceso de tracción. "Desde el baritensor, aplicamos tracción ajustando las cuerdas sobre el vientre, permitiendo que las esferas instaladas en el canal vaginal suban gradualmente. En un plazo de 8 a 12 días, se logra la longitud deseada".
La conexión de los hilos requiere la implementación de laparoscopia, una técnica que emplea un instrumento delgado con una cámara en el extremo para obtener imágenes detalladas del interior en cirugía. El Dr. Wilmer Rivero, urólogo y jefe del servicio de urología del HIC, precisa que "introducimos el laparoscopio a través de la cavidad abdominal para visualizar el recto y la vejiga, asegurando su protección durante el desarrollo del nuevo canal vaginal".
En comparación, mientras que una mujer con una vagina promedio tiene una longitud de 7 a 9 centímetros, aquellas con síndrome de Mayer-Rokitansky pueden tener entre 0 y 1 centímetro. No obstante, el proceso de tracción, ajustado diariamente, posibilita que esta nueva cavidad vaginal alcance una longitud cercana e incluso mayor a la habitual.
En el proceso de recuperación, es necesario usar un dispositivo médico que se inserta constantemente en la nueva cavidad vaginal para mantener el espacio creado. "Las pacientes usan un dilatador de plástico con marcas cada 2 centímetros, lo que permite evaluar la longitud de la vagina obtenida", precisa el ginecólogo.
En Bucaramanga este procedimiento se llevó a cabo por primera vez en el HIC y hasta la fecha, dos pacientes fueron intervenidas. "Ambos casos fueron exitosos; las parejas y las pacientes están satisfechas con el desarrollo de la técnica, tanto personalmente como en su vida en pareja”, añade el Dr. Rivero.
Vida sexual, sí; fertilidad, no.
La neovagina brinda a la paciente la opción de retomar su vida sexual con precauciones, pero la probabilidad de concebir de manera natural es prácticamente inexistente. El Dr. Antonio Gómez explica que para tener hijos existen tres alternativas: “Primera, la adopción; la segunda, es la maternidad subrogada, que es recuperar óvulos de la paciente y con esto podemos transferirlos a una madre sustituta y obtener un hijo por fertilización in vitro; y la tercera probabilidad, que en América no se ha realizado ninguna, es el trasplante uterino”.
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