Antes de saber qué podemos hacer para prevenir una arritmia debemos conocer cómo influye el estilo de vida en el desarrollo de cualquier enfermedad. En nuestro día a día las actividades que realizamos, lo que consumimos e incluso lo que no hacemos o comemos tiene un fuerte impacto sobre nuestra salud, algunos ejemplos de aquellos factores que afectan negativamente nuestro organismo son: el tabaquismo, el consumo excesivo de alcohol, la obesidad, la alimentación poco saludable y el sedentarismo.
Sin embargo, la mayoría de estos factores son controlables o incluso se pueden evitar, contrario a lo que sucede en el caso de la edad o el género. Otros factores de riesgo, como la hipertensión, la diabetes o las dislipidemias, se pueden prevenir, y cuando ya están presentes, se pueden tratar para que no se conviertan en un problema más grande a mediano o largo plazo.
En el caso de las arritmias aquellos factores modificables son el tabaquismo, el abuso de drogas ilícitas o consumo de medicamentos sin prescripción médica, el consumo desmedido de alcohol o cafeína, el estrés o ansiedad, la diabetes, la presión arterial alta, hiper o hipotiroidismo, apnea del sueño, y aquellos sobre los que no se tiene control son la predisposición genética, los antecedentes familiares, la raza, la talla y el género.
Conocer nuestros hábitos y antecedentes médicos nos ayuda a saber qué debemos cambiar, mejorar o tratar para prevenir no solo una arritmia sino muchas otras enfermedades.
Así como existen diferentes factores de riesgo existen diferentes tratamientos, todos tan largos, cortos, con muchos o pocos medicamentos como el paciente lo requiera. Generalmente el médico tratante, dependiendo de la gravedad de la arritmia, inicia el tratamiento buscando curar o controlar dichos factores de riesgo.
Cuando una arritmia es seria, puede ser necesario un tratamiento urgente para restablecer el ritmo normal, como la terapia de shock eléctrico (desfibrilación o cardioversión), la implantación de un marcapasos temporal para interrumpir la arritmia o medicamentos a través de una vena (intravenosos).
Cuando una persona necesita medicación para su arritmia, esta dependerá de si se trata de una bradicardia o de una taquicardia y del riesgo de complicaciones que tenga, En algunos casos estos medicamentos se usan en conjunto con otros tratamientos, si su dosis es demasiado alta pueden empeorar la arritmia, por esta razón ningún medicamento debe ser administrado sin prescripción o aval médico.
Para tratar arritmias graves, e incluso potencialmente letales, puede ser necesario implantar un desfibrilador automático el cual aplica automáticamente descargas eléctricas restaurando el ritmo cardiaco normal del paciente.
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