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Cita con tu bienestar

¿Cómo sé si podría sufrir un infarto?

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La aparición repentina de dolor o presión en el pecho, mareos y/o sudoración fría, podrían ser señales de alerta para un posible infarto agudo de miocardio (IAM), también conocido como ataque cardiaco, y es necesario identificarlas a tiempo.

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¿Cómo se produce? Pues bien, es importante conocer que las arterias coronarias son las encargadas de llevar sangre y oxígeno al corazón. Si dichos conductos se bloquean, el corazón sufre por la falta de estos elementos y el tejido de esa zona muere y no se regenera. Es ahí cuando se producen los peligrosos infartos que, algunas veces permiten la recuperación del paciente o, por el contrario, en algunos casos pueden ser fulminantes.

La obstrucción de los conductos puede producirse por factores que, en ciertas ocasiones, hacen referencia a malos hábitos alimenticios o de vida, como, por ejemplo, el consumo de tabaco o la ingesta aumentada de grasas saturadas, la hipertensión y diabetes; el engrosamiento o endurecimiento de las arterias, la aterosclerosis, puede ser provocada por la formación de una placa, que suele acumularse en las paredes y que está compuesta de lípidos como el colesterol, desechos celulares y calcio, entre otros.

Un IAM llega cuando menos se imagina. Generalmente se presenta después de una fuerte rutina de actividad física o por un momento de estrés intenso. De hecho, en algunos casos aparece incluso cuando la persona está dormida o descansando y no se han presentado síntomas con anterioridad. Sin embargo, las señales serán siempre claras. Además de las mencionadas inicialmente, un ataque cardíaco se puede manifestar con síntomas como dolor en el brazo izquierdo, cuello o espalda, dificultad para respirar, náuseas, vómitos y palidez.


¿Presentas alguno de estos síntomas?



Prevenirlo está en cada uno. Es fundamental abandonar el consumo de cigarrillos, alimentos altos en grasas y realizar actividad física al menos 150 minutos por semana (ejercicio moderado como caminar), sin dejar de lado que, a partir de los 20 años, se recomienda iniciar los controles clínicos para identificar los posibles factores de riesgo. Alimentarse con frutas y verduras, y el consumo de ácidos grasos insaturados, presentes en los pescados y en el aceite de oliva.
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